Acerca de mi
¡Hola! Me llamo Juan, pero mis amigos me dicen Juan (sí, muy originales, lo sé).
Soy una persona apasionada por la música. Desde siempre, me ha interesado la música, y con el tiempo, he convertido ese interés en una parte esencial de mi vida. Se rumorea que cuando nací, en lugar de llorar, hice un solo de guitarra (aunque mi mamá dice que fue un grito normal, pero yo tengo mis dudas).
Me considero alguien curioso, siempre busco aprender y crecer en todo lo que hago. Más allá de la música, también disfruto charlar con mis amigos, aprender cosas nuevas y hacer chistes malos (como ya habrás notado).
Creo firmemente en el poder del esfuerzo y la perseverancia. Este sitio web es un espacio donde quiero compartir un poco más sobre mí, mis experiencias y aquello que me motiva cada día. Si has llegado hasta aquí, bienvenido/a, y espero que encuentres algo que resuene contigo… o al menos un meme que te saque una risa.
Si hay algo que me define, es que me apasiona la música. Ya sea escuchándola o hablando de ella por horas, siempre está presente en mi vida.
Más allá de la música, también disfruto de comer un rico plato de pozole, porque la vida es demasiado corta como para no disfrutar un buen pozole.
Me encanta la banda de guerra, aunque a veces me obsesiono un poco y termino viendo mil videos sobre el tema (o me olvido de ella por unos dias). También soy fan de los videojuegos y las peliculas, y si empiezas a hablarme del Rock o el Metal, prepárate para una conversación larga porque no me voy a callar.
Soy de los que piensan que una buena conversación puede arreglar cualquier día malo, y que los amigos siempre serán lo mejor del mundo y de la vida.
Como el COBAY arruinó mi vida
Cuando entré al COBAY, tenía sueños, esperanzas y ganas de aprender. Tres cosas que me fueron arrebatadas en el primer semestre.
Desde el inicio, me di cuenta de que la vida no sería fácil. Los profesores tenían una habilidad especial para decir “esto es muy fácil” y acto seguido escribir en el pizarrón algo que parecía un lenguaje alienígena. Las tareas grupales eran como una ruleta rusa: a veces me tocaban compañeros responsables, pero la mayoría de las veces terminaba haciéndolo todo yo mientras los demás aportaban “ideas” (o sea, nada).
Y ni hablemos de los exámenes. Había veces en las que estudiaba como si mi vida dependiera de ello, solo para darme cuenta de que todo lo que estudié no venía en la prueba. ¿Y cuando no estudiaba? Oh, ahí sí aparecía todo lo que dijo el profe. Coincidencia, no lo creo.
El descanso era mi momento de paz… hasta que iba a la cafetería y veía los precios. Un bolillo con carne y un juguito de dudosas procedencias me costaban más que mi dignidad en los exámenes de matemáticas. Pero bueno, el hambre es canija y uno come lo que haya.
Y a pesar de todo… me terminó gustando. No sé si fue el síndrome de Estocolmo o si simplemente me acostumbré, pero entre tanta queja también hubo momentos buenos. Amigos, risas, anécdotas que contar y la satisfacción de haber sobrevivido.
Así que sí, se cancela todo. El COBAY no arruinó mi vida… solo me dejó secuelas emocionales. Pero de las chidas.
Bueno… ahorita estoy cursando el sexto semestre, el último para salir de aquí (supuestamente). Digo "supuestamente" porque llevo CINCO AÑOS atorado en el COBAY. Sí, cinco. Ya hasta los de intendencia me saludan por mi nombre y me preguntan si trabajo aquí.
Si algo he aprendido en todo este tiempo es que el COBAY no es una escuela, es una experiencia. Una que ya quiero que termine porque sinceramente, ya me cansé. No sé si voy a salir con un certificado o con estrés postraumático, pero una cosa es segura: cuando cruce esa puerta por última vez, voy a correr y no voy a mirar atrás.